¿Qué es un suelo vivo? Un ecosistema dinámico, con presencia de materia orgánica y seres vivos de todo tipo, desde microrganismos, hasta insectos, mamíferos y, por supuesto, flora.
Siempre se ha dicho que la vid necesita terrenos pobres para producir uvas de calidad. Y es cierto, pero con algunos límites. La nueva realidad climática afecta a los ciclos naturales y al estado de los suelos: la sobreexplotación, la erosión y la desertificación son algunos de los retos a lo que nos enfrentamos los que nos dedicamos al campo.
Las lluvias torrenciales y tormentas, las olas de calor, la falta de agua o los incendios son algunas de las inclemencias meteorológicas que afectan a la sanidad del suelo; pero también otros hechos como la paulatina desaparición de la ganadería extensiva.
El carbono, el oxígeno y el hidrógeno son los elementos fundamentales presentes en el suelo para el correcto desarrollo de la vid al 95%. En el 5% restante se encuentran otros macro y micro elementos, como el nitrógeno, el fósforo, el potasio, el calcio, el hierro, el cloro o el cobre, cuya carencia o abundancia causará desequilibrios para la vid.
- Nitrógeno: favorece el crecimiento al inicio y el aumento del peso de los racimos y de las uvas.
- Potasio: importante para la asimilación de la clorofila y en el transporte de los hidratos de carbono a los racimos. Incide en el vigor y el rendimiento de la planta, es un almacén de energía.
- Calcio: elemento fundamental para mejorar la resistencia de la piel de la uva, la síntesis de las proteínas y la tolerancia a las enfermedades.
- Magnesio: forma parte de la clorofila, ayuda a captar el hierro.
- Hierro: interviene en el desarrollo inicial de hojas y, por lo tanto, de las bayas.
Otro de los parámetros a tener en cuenta en viticultura es el PH de los suelos, los extremos de este valor impedirán que los nutrientes anteriormente enumerados sean asimilables.
Como todo en la vida, la clave está en el equilibrio y, para que una planta esté balanceada y regulada, el suelo en el que enraíza también debe estarlo.
Cuando las cubiertas vegetales se pudren aportan al suelo todos los elementos citados anteriormente, así la planta los puede captar.
Viticultura resiliente
Frente a la viticultura intensiva, el uso de fertilizantes minerales, insecticidas y plaguicidas, que creció de una forma exponencial durante la segunda mitad del siglo XX, hace años que se abrió un nuevo paradigma centrado en respetar los ecosistemas de la vid.
¿Qué podemos hacer los viticultores para preservar los suelos? En Ostatu confiamos en estas prácticas que “escuchan” a la vid, y por ello apostamos por una viticultura regenerativa.
Uno de los objetivos del estudio de investigación en el que estamos inmersos, ‘Mahasti Anitza’, es precisamente demostrar cómo la mejora de la biodiversidad en los viñedos garantiza el futuro y la calidad.
La flora presente en la viña, además de potenciar la población de insectos beneficiosos para la vida y de microrganismos, previene la erosión y retiene los recursos hídricos.
Otro dato importante de la capa vegetal es que capta el C02 de la atmósfera, el llamado efecto sumidero.