Por Gonzalo Sáenz de Samaniego

En estos momentos, queremos compartir con vosotros nuestro sentimiento, nuestra tierra sigue luchando igual que nosotros y nuestros viñedos nos enseñan una vez mas momento más esperanzador en el ciclo de la vida: la brotacion, el nacimiento…

La fecha en la que nos encontramos actualmente, finales del invierno y principios de la primavera, nuestros viñedos comienzan a despertar del sueño invernal. Es una auténtica maravilla ver cómo la naturaleza nos sorprende cada año, cómo la vida se abre paso para dar comienzo a una nueva fase, pasa del reposo al desborre y brotación de la vid. Estas etapas se van sucediendo en el transcurso de un año y el resultado siempre es la uva final que recogemos cuando llega la vendimia. La brotación es la primera de todas, comienza en marzo o abril, en función de la climatología. En este momento la planta vuelve a la vida y da comienzo a una nueva añada.

Una muestra de cómo los factores climáticos afectan a la brotación, la encontramos en la diferencia que se produjo en nuestros viñedos en los últimos años 2017-2019 respecto a la previsión de 2020. Y es que, el año 2017, esta tuvo lugar con unas semanas de adelanto respecto a las fechas habituales, debido a las elevadas temperaturas del mes de marzo, lo cual incidió en los graves daños de la helada de finales de abril. Mientras que la brotación de 2018, sin embargo, vino unos diez días atrasada respecto a las fechas habituales, debido a las bajas temperaturas de este inicio de primavera. A su vez, en el 2019, pese a un inicio precoz, el frío de marzo retrasó la brotación a fechas normales. Y para este año 2020, con las temperaturas anormalmente altas de febrero y marzo, estamos en un escenario que con la humedad del suelo gracias a las últimas lluvias- favorecerá una brotación precoz y homogénea en todos nuestros viñedos, incrementando el riesgo de que puedan producir daños de heladas tardías.

Centrándonos en la fase de brotación, esos pequeños brotes se transforman en las primeras hojas de la planta, Es aquí donde comienzan a verse los esbozos de hojas, zarcillos y racimos. ¡Sin duda una de las fases más emotivas del ciclo vegetativo de la vid! estamos en la fase de foliación. Un momento fundamental para la planta, porque es en este momento cuando se formas las moléculas de los azúcares y ácidos en las hojas de la vid, lo que condicionará la calidad de la uva y por supuesto, del vino.

La labor principal cuando la brotación avance es la espergura, también llamada deschuponado, desforracinado o escarda. Práctica que consiste en eliminar los brotes que no forman parte de la carga productiva, que están mal orientados o aquellos que harían que la cepa tuviese un exceso de vegetación y ello derivase en una deficiente alteración de los racimos. Esta es una labor absolutamente manual y también bastante especializada. El equipo de campo, formado ya en muchas campañas, la realiza con esmero y sumo cuidado para obtener el óptimo equilibrio en cada cepa. Durante esta época evitaremos el laboreo si la época es lluviosa, con el objetivo de no alterar la humedad del suelo.

Pero no es la única y todas y cada una de ellas son fundamentales para la calidad final de la cosecha. Nos atrevemos a decir, que gran parte del secreto del éxito está en un esmerado cuidado de la viña y una supervisión de cada una de las etapas del crecimiento de la vid.